Si miraba hacia un lado veía el ramo de flores de papel de la novia, hecho con partituras de canciones significativas para ella, a juego con el prendido que llevaría Berni y el que llevaría también su hijo Leo. Si miraba hacia otro lado veía el Land Rover Santana de época, restaurado y actualizado por el padre de Montse, que llevó al novio hasta el altar. Si me giraba un poco más veía mapas, ruedas de bicicleta y algún que otro guiño a su pasión viajera, es decir, mirase a donde mirase siempre había algún detalle personalizado que me sacaba una sonrisa.

Y claro, para sonrisas las de los invitados. Había muchas ganas de reunirse para celebrar esta boda, y se notaba en todo, en la alegría que transmitieron las amigas que oficiaron la ceremonia, en el arte que puso el pianista, que ya cuando conoció a Montse supo que tocaría en su boda, fuese cuando fuese, en las lágrimas de los familiares al recordar a los seres queridos, en los brindis cargados de entusiasmo, rodeados de pulpo gallego y migas aragonesas, haciendo un homenaje a los dos lugares de origen de los protagonistas, en los abrazos, en los regalos, en las jotas, en el baile… Como explicaban ellos mismos, allá donde está la gente que nos quiere y a quien queremos, ese es verdaderamente el destino más bonito del mundo, y creo que sí, que de todos los lugares viajados, me quedo con esta boda como uno de esos lugares donde se respira amor infinito.

Gracias a Montse por la conexión tan especial desde el primer día, a Berni por la confianza, y a mis queridas compañeras Isabel Alcaine y Silvia Peña por sumarse a la aventura de fotografiar esta boda. Aquí va un resumen en fotos:

Montse y Berni. 09 Marzo 2019

Ceremonia y celebración: Finca La Dehesa, Zaragoza